¿Puedes solamente inhalar? ¿Solamente exhalar? ¿Te has tomado el tiempo para pensar que una no puede existir sin la otra? Esta pregunta es una de las fundamentales que usa la Disciplina Positiva para introducir la herramienta que se llama ser amable y firme a la vez, ya que en la educación de los hijos no puede existir una sin la otra.
Le he atribuido a la cultura el hecho que asociamos el término “firme” con ser “autoritario”. Por autoritario llámese: “por que yo digo”, “porque soy tu mamá”, “porque no y punto”…¿te suena familiar? Mea culpaque de mi boca han salido estas frases en el transcurso de los 14 años de crianza que llevo. La Disciplina Positiva propone un enfoque que no minimiza ni al niño ni a ti ya que se basa en el respeto mutuo que invita a la cooperación. Incorpora firmeza con dignidad y respeto como fundamento para la enseñanza de las habilidades para la vida (Nelsen, Jane. Disciplina Positiva. Pg. 14).
No dudo que tu quieres que tu hijo aprenda de sus errores y que cuando tu no estés puedan tomar buenas decisiones basado en lo que ha aprendido. ¿Verdad? Excelente. Esto no se logra si lo primero que te sale es regañar y hacerle sentir mal. Por supuesto, esto es involuntario. El mejor momento para educar a tu hijo es cuando exista un ambiente de paz y tranquilidad y todos los canales de comunicación estén abiertos. Esto es más fácil lograrlo cuando se vive y respira respeto y amabilidad en tu hogar en el trato personal con cada hijo y con tu cónyuge.
Se que es difícil a veces porque existen momentos cuando ellos te retan con un comportamiento inadecuado y “activa tus botones”. Pensamos que se merecen que se les regañe porque nos han faltado el respeto a nosotros los papás y tiene que aprender a respetarnos controlándose. Entonces si quieres que controlen su comportamiento, ¿será mucho pedir que controles el propio?
La amabilidad es importante por el hecho de respetar al niño. La firmeza es importante por el hecho de darte a respetar a ti mismo o porque la situación lo requiere. Los métodos únicamente amables o permisivos carecen de firmeza y los métodos únicamente firmes carecen de amabilidad. Vamos a romper paradigmas desglosando ambos términos para que te lleves nuevos conceptos y puedas emplear esta herramienta en tu casa.
Ser amable
En la Disciplina Positiva ser amable significa ser respetuoso tanto con el niño como contigo mismo. Piensa cuando tu hijo te hace un berrinche o te contesta irrespetuosamente. Me atrevo a decir que tu reacción inmediata sería recurrir al grito, castigo y a tener la última palabra. Una manera respetuosa de manejarlo para ti y para tu hijo sería salirte del cuarto o de la situación.
Esto NO equivale a que tu hijo se salga con la suya. Al contrario, le estás mostrando que no permitirás que te falte el respeto. Puedes decirle “me estás faltando el respeto y en este momento me voy a dar la vuelta y me voy a ir porque tampoco quiero faltarte el respeto a ti”. Demuestras autocontrol, respeto propio y esta habilidad tu hijo la aprenderá con el tiempo y podrá manejar futuras situaciones de frustración sin faltarle el respeto a nadie.
Ocuparse del problema en el momento de cólera no es el momento ideal. Luego puedes retomar el tema cuando tu y tu hijo estén tranquilos y hayan tenido tiempo para enfriar sus emociones. Esto permite hablar con tranquilidad y construir una relación de confianza a largo plazo.
Ser firme
Muchos padres de familia asocian ser firme con castigos, sermones y tener el control siempre. En la Disciplina Positiva, cuando se usa la amabilidad con ser firme, equivale a mostrar respeto propio, por tu hijo y la situación usando los límites sin alzar tu voz. Normalmente los padres de familia definen los límites por su bienestar y los hijos deben mantenerse dentro de ellos. Al traspasarlos, los padres normalmente sermonean porque desobedecieron. Sin embargo, muchas veces esta respuesta de los padres invita a la lucha de poderes y rebeldía y el ciclo vicioso no acaba.
Cuando tu hijo forma parte de establecer rutinas y límites, está más dispuesto a cumplirlas porque ha sido parte del proceso, lo cual hace que comprenda su necesidad y automáticamente se hace más responsable. Además, aumenta su sentido de significancia (“soy valioso en mi familia y soy capaz de hacer las cosas”). Claro que son niños, y se les olvidará de vez en cuando en lo que han acordado pero para redirigirlos en el camino definido en conjunto no será necesario sermonear ni castigar.
Haz preguntas abiertas que inviten a la reflexión y a una respuesta que va más allá de un “si” y “no”. Por ejemplo: “Qué pasó?”, “Qué ideas se te ocurren para resolver esta situación?”. Si responde “no se”, puede ser que esté acostumbrado a sermones y regañadas, por lo que tu respuesta debería de ser algo como “sos tan bueno resolviendo problemas que estoy segura que algo se te ocurrirá”, “se que puedes decir lo mismo de una manera más respetuosa”, “hablaremos de esto más tarde, ahora es hora de ir al colegio”, “después de tu hermano es tu turno”, “¿qué ibas a hacer después de almorzar?”.
Hacerlo realidad
Yo se: ¡Cuesta! Pero mi propósito con este artículo es abrir un panorama nuevo. Debes darte tiempo para entrenar, como dice Jane Nelsen. El primer paso es darte cuenta, el segundo es recurrir a estas herramientas basadas en el respeto mutuo, y por último nunca darte por vencido. Cada equivocación es una oportunidad de oro para aprender y tenemos cientos de oportunidades cada día para practicar.